El agua que se va por las coladeras de nuestras casas se le nombra agua residual doméstica y es el resultado de las actividades cotidianas de todos.
Cada día, el volumen de agua disponible para los ciudadanos se ve notablemente reducido por la intensa contaminación y la sobreexplotación de los mantos acuíferos. El acelerado crecimiento urbano y el desarrollo industrial han reducido al mínimo el tiempo que el agua necesita para su purificación natural, por lo que ahora se requiere la acción del hombre para depurarla y descargarla a los cuerpos receptores con el menor deterioro posible, o bien para su reutilización.
En el año de 1900, el drenaje que operaba en la Ciudad era conducido mediante el sistema de gravedad a través del llamado Gran Canal del Desagüe, que concluía en el túnel de Tequisquiac, al extremo norte del valle, con una longitud aproximada de 50 kilómetros.
Para 1950 el hundimiento de la Ciudad era considerable, por lo que fue necesaria la construcción de diques para confinar las aguas pluviales y realizar bombeo para elevar el agua del drenaje subterráneo al nivel del Canal de Desagüe, sin embargo, el hundimiento de la Ciudad sigue causando problemas de inundación.
Con el transcurrir del tiempo la capacidad de conducción del Canal del Desagüe se vio seriamente afectada, lo que generó que en el año de 1962 se construyera el Túnel Emisor Poniente, con una longitud aproximada de 15 kilómetros y que hasta la fecha conserva su capacidad de diseño de 30 m3/s. Más tarde, buscando incrementar la capacidad de conducción, se optó también por el desarrollo de un drenaje alterno, dando origen a lo que hoy se conoce como el Sistema de Drenaje Profundo, compuesto por un Emisor Central y nueve interceptores, con una longitud total de 153.3 kilómetros.