La Zona Metropolitana del Valle de México, de la que nuestra ciudad forma parte, concentra 25% de la población del país, 45% de la actividad industrial y 22% del producto interno bruto. Esta zona ha crecido ininterrumpidamente desde hace 100 años.
En la CDMX vivimos 8.9 millones de personas, a las que se agrega una población flotante de 4.2 millones de personas. Por su alta densidad de población, nuestra Ciudad tiene una fuerte demanda de agua que las fuentes locales no pueden satisfacer.
Parte del agua que consumimos es traída de cuencas vecinas localizadas en los estados de México y Michoacán, mientras que nuestro acuífero se encuentra sobreexplotado.
Del Valle de Lerma y del Sistema Cutzamala se bombea el agua a más de 1,600 metros de altura y recorre más de 127 km en tuberías de 6 metros de diámetro de distancia. Parte del agua que llega se desperdicia en fugas y en uso inadecuado.
Y aunque no lo parezca, 59% del territorio de la CDMX es suelo rural, lo que permite la filtración de agua, la producción de alimentos y plantas medicinales, evita la erosión, produce oxígeno y disminuye la contaminación. Ahí se recarga nuestro acuífero.
Quienes vivimos en la CDMX debemos tener presente que en la naturaleza todo está relacionado. Si continuamos invadiendo el suelo de conservación, la captación de agua será cada día menor.
Los habitantes de la Ciudad de México pagamos menos por el agua que consumimos en comparación con lo que pagan en otras entidades.
Aquí pagamos 2.38 pesos por metro cúbico, mientras que en ciudades como Aguascalientes o Tijuana, el costo se eleva a más de 15 pesos por la misma cantidad.
Es decir, mientras aquí pagamos 71.40 pesos al mes por cada 30 metros cúbicos; en Monterrey, por ejemplo, el pago es de 276 pesos.
Si al agua que llega a la capital se le quitaran los subsidios y se le sumaran los costos de operación que implica traerla de fuentes externas, los capitalinos tendríamos que pagar 20 pesos por cada metro cúbico de agua.